martes, 20 de mayo de 2008

Mi sesenta cumpleaños y en el mar

La celebración de mi sesenta cumpleaños fue una verdadera sorpresa para mí. La familia me secuestró y me llevaron de viaje con rumbo a lo desconocido. Todo hacía pensar que me conducían a algún sitio de montaña para celebrar el aniversario en un entorno íntimo y acogedor.

El hipotético viaje a la montaña se iba desarrollando con normalidad cuando, en un momento determinado, me pusieron una venda en los ojos para que no pudiera identificar el destino del viaje.

La sorpresa llegó cuando, al bajar del coche y destaparme los ojos, me encontré ante el "Sea Star", atracado en el puerto de Sant Feliu de Guixols, y en todo su esplendor de madera, barniz y velas. Esa era la sorpresa. Ese era mi regalo. Pasar dos singladuras inolvidables en este barco rodeado de las personas que más me quieren.



Embarcamos a las seis de la tarde y, tras saludar al Capitán y a la tripulación, nos hicimos a la mar para presenciar una bonita puesta de sol navegando a vela. ¡Alucinante!



Volvimos a Sant Feliú para cenar tranquilamente amparados en el refugio del puerto y, tras disfrutar de una verdadera cena marinera, preparada por la tripulación, nos arrastramos al placer de una velada bajo las estrellas fundamentada principalmente en esos recuerdos comunes a todos nosotros. Abrimos el baúl de los recuerdos y pasaron las horas sin apenas darnos cuenta. En un momento determinado y, en contra de lo indicado por la tripulación, no pude resistir la tentación de bajar a escondidas a la sala de máquinas. Era como de juguete, pero era una sala de máquinas, con olor a gas-oil y agua en la sentina.

A la mañana siguiente practicamos Chi Kung en cubierta y después desayunamos alegremente. ¡Nueva sorpresa!: pequeños y emotivos regalos entre los que se encontraba una camiseta estampada con la imagen del "Dómine", mi primer barco. Lloré, ni pude evitarlo ni realmente lo quise hacer. ¡Que emoción más bonita surgida de mis recuerdos marineros!



Salimos a la mar rumbo a Cala Sa Tuna. En el viaje de ida llevábamos el viento de popa. El "Sea Star" alcanzó los seis nudos y disfrutamos de la sensación, inenarrable, de navegar escuchando el silencio de la naturaleza y el crujir de las vergas. Me impactó el entusiasmo del Capitán que estaba disfrutando de la navegación tanto como nosotros. ¡Es un auténtico hombre de mar!



A la vuelta el viento lo teníamos de proa. Hubo que arriar velas y navegar a motor. Hicimos el viaje prácticamente en cubierta, disfrutando también del movimiento del barco. Hacía muchos años que no me veía sometido al cabeceo y balanceo de ningún buque. ¡Que recuerdos!



Comimos ya atracados en puerto y disfrutamos de otra comida marinera con un fideuá preparada por el propio Capitán. ¡Además de lobo de mar, cocinero excelente!



Desembarcamos a las seis de la tarde mirando atrás con nostalgia, pero sabiendo que el mar está ahí. ¡Siempre nos estará esperando!.



Gracias a Emi, mi compañera de camino en esta vida, a mis hijos María del Mar, Alex, Lauren y Nacho, que junto a las nueritas Olga y Delia y a mi sobrina Raquel, me hicieron vivir una experiencia que recordaré mientras viva. ¡Gracias!



1 comentario:

zenchy dijo...

Tan Impresionante como envidiable... yo acabo de terminar la diplomatura de máquinas, y tb practico wu-shu(mi profesor está especializado en chi-kung), y tb he echo una singladura(la mía pequeñita), en un velero con motor, el momento en que este se apaga, y es la propia naturaleza,la que te mueve con su dulce peropoderoso viento es mágico, inenarrable, felicidades, por la experiencia, y por esos 60 años tan bien humorados, un saludo, y espero en breve poder saludarte(si me premites el tuteo), como un igual del mundo del mar.